A una dama extranjera, cuya fragancia aúnflota en mis recuerdos como el aroma del téque se evapora de mi taza.
¡Oh Maestro, tengo una amiga exquisita!Su boca es dulce como los cerezos de Nao Kao;son sus pestañas suaves como el plumón, de seda;tiene su cuello el ritmo y la gracia del cisne;y al andar, fina y grácil, con ondulante talle,no sé si un ritual danza,si es una rama en flor que mece el aire,o si es una mariposa que vuela.
Cuando la ven mis ojoses como si alcanzara la irrealidad de un sueño.Y cuando ríe, y su voz armoniosa,como divino pájaro vuela de su garganta,quisiera que esa diosa de frágil porcelana,no fuera una extranjeranacida bajo el cielo de Occidenteaunque de ilustre alcurnia se cuentan de ella historias...
¡Ah, Maestro, qué culturala de esos mundos de Occidente!En la terraza de las Mil Cariciasayer, con labios húmedos,el fénix del amor nos sorprendió en su vuelo.Por único ropaje su divina figuraenvuelta sólo estaba con la túnica de orocon que la prestigiaba el pincel del crepúsculo.
Toda la tarde el Kiosco de los Besosresonó la armonía, los pájaros callaron para escuchar la música.
Y yo esperé la noche, ¡qué descendió sin luna!Para abrir el más íntimo Cofre de los Secretos.Pues no hubiera querido, bajo luz indiscreta,que el astro nacarado hubiese sorprendidocuán pequeñita era ante tanta culturami desnuda ignorancia.
¡Ah, Maestro, tengo una amiga exquisita!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario