lunes, febrero 14, 2005

Rut y Noemí

"¡Rut, Ofra,! Ven aquí."

"Te lo digo por milésima vez, mamá, ¡se llama Orfa!" "Ofra, Orfa, como se llame. Escuchame, chicas, tenemos que hablar. Ahora que todos los hombres están muertos, no tiene mucho sentido que nosotras dos nos quedemos aquí. Aún somos jóvenes y lo bastante ardientes para encontrar nuevos maridos. Pero mi entrepierna está seca. No pierdas el tiempo con una vieja como yo. Yo me vuelvo a Judea."

"Noemí, no digas eso. Aún eres una mujer muy atractiva." Rut alzó la mirada, y siguió las suaves arrugas del muslo de su suegra por debajo de su vestido, subió hasta sus generosos pechos y la abundante cabellera que le caía sobre los hombros. Aunque ya hacía años que había cumplido los cuarenta, Noemí aún conservaba su atractivo. Rut intentaba disimular el brillo lujurioso de su mirada. Ella y Orfa se habían casado con los hijos de esta mujer, pero la verdad era que Rut siempre había tenido secretamente fantasías con aquella seductora mujer mayor.

"Calla. Nada de discusiones. Tengo que comenzar a preparar mis cosas" dijo Noemí. "Dame un beso y coge la próxima caravana que salga de este pozo de polvo, mientras aún puedas."

"De acuerdo, mamá." Orfa dio a su suegra un rápido besó en la mejilla y no perdió tiempo en partir.

"Ten cuidado de no darte con el borde de la tienda al salir", murmuró Noemí. "Ahí te pudras."

Rut se acercó a Noemí, atrajo hacia sí a la joven y la abrazó. Rut sintió que la cabeza le daba vueltas al respirar la fragancia penetrante de la mujer y sintió la calidez y la suavidad de sus curvas. Luego los labios de Noemí rozaron su oído. "He esperado tanto tiempo para finalmente estar a solas contigo", dijo la mujer mayor con voz ronca. Rut sintió que su corazón se derretía con aquellas palabras y se apretó contra Noemí. Sus labios se unieron en un beso apasionado.

"Jamás te dejaré", dijo Rut. "Te seguiré donde vayas. Ansío tanto estar contigo." El vestido de Noemí se abrió, dejando ver sus pechos aún firmes, con los pezones endureciéndose bajo el aire fresco del final de la tarde. Rut cogió uno de ellos en la boca y lo chupó como un bebé.

"Sí, cariño" gimió Noemí.

"Deja que mamá te cuide." Condujo a la joven hasta la cama, y le empujó la cabeza entre sus piernas. Ésta, ansiosa por complacerla y dejando ir su apetito, devoró, hambrienta la entrepierna que le ofrecía Noemí, lamiéndola y probando la miel que se derramaba. Noemí comenzó a empujar contra la cara de Rut a medida que se acercaba su clímax.

"Mmmmmm", ronroneó Rut, lamiendo los delicados jugos que manchaban su cara. "Tu entrepierna no me parece tan seca como dices."

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